A su Servicio

Una mañana, como muchas otras, el vaivén de sus caderas la llevó hasta la terminal tres del Aeropuerto José Martí. Ahí donde era fácil atisbar gringos y toda mezcla de extranjeros era el lugar indicado para ofrecer sus servicios; después de todo, Cuba tiene ese encanto santero con el que muchos se deleitan. Sentada a la sombra, escapándole al sol de las 11 de la mañana, se encontraba Estela y sus guindajos, talismanes, piel brillosa, húmeda y su instinto a flor de piel, esperando su primer cliente del día. 

Aterrizó el vuelo internacional en punto y una turba de gentes de distintos rasgos y dialectos salió por la puerta de llegada. Uno de cabellos dorados y estructura esbelta, tosco, pero a la vez con mirada ansiosa cruzó sus ojos con Estela y sin vaticinar se encaminó directo a ella.


- ¿Es usted, verdad?

-Asere, ¿qué bolá? Depende para qué y quién pregunte -dijo Estela.

-La bruja, la que hace hechizos, la que libra de males y cura el alma.

- ¿Cómo te llamas amigo?

-Borja, dejémoslo así, entre menos sepa de mí, mejor.

-¿A qué vienes a mi tierra?

-Necesito un milagro, me siento maldito en esta piel, ¿le ha pasado que quiere que la tierra se la trague?

-He escuchado más historias que el mar, ya nada me sorprende. ¿Cómo un guapo como tú va a andar en estos apuros? Conjuro de amores no creo que necesites.

-Me siento hastiado, me cuesta dormir, lo pienso dos veces antes de salir a la calle y hasta tengo problemas en el trabajo. Mi historia es risible para muchos. Recibo cartas perfumadas y mi correo electrónico ya no da para más. Me han dicho que solo aquí, con usted encontraré la solución. Mire, yo debo estar de vuelta en casa mañana por la tarde, por favor, cóbreme lo que quiera, ¡pero ayúdeme! 

-No se trata de dólares ni doblones de oro. Tranquilo chamo, no cojas lucha, que lo mío es auténtico, no ando por la vida engañando gente. Pasadas las 10 de la noche, llégate a esta dirección. – Le entrega una tarjeta escrita a mano. Vístete de blanco que de lo demás me encargo yo.


Esa noche Borja aparece puntual en un claro de bosque cerca de una poza. Estela lo recibe y seguido, emergen tres mujeres más. Aquel aquelarre ornamentado, finamente dispuesto, se intensifica poco a poco al son de los tambores, aroma a palo santo, cantos y bailes alrededor del fuego y rezos druidas, de esos que sólo las almas ricas en conocimiento y conectadas con la naturaleza misma y su espíritu saben decir. Con muérdago remojado en néctar dulce, bañan al hombre quien se encuentra en éxtasis hipnótico gracias al ritual en curso. Pasadas las doce medianoche, el evento llega a su final. 


-Bébete esto – dice la encantadora, entregándole un menjunje amargo.

-Pero ¿cómo sé que todo esto funcionará?

-Tú confía en el desamor. La mujer que te desnuda en sueños, no lo hará nunca más.



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