La Entrevista
-Ma, te voy a grabar. Mirá a la cámara, no pasa nada. Comencemos en tres… dos… uno… - ¿Está encendida? -Sí, ma, decí tu nombre y edad. -Me llamo María Amalia Rodríguez y tengo ochenta y siete años, cumplidos ahora en mayo. Mi madre sufre de demencia senil y sus recuerdos se destilan gota a gota de su frágil memoria. Deseo saber con ansias qué queda ahí. Escuchar el tono y el timbre de su voz, hacerla sonreír un ratito, que se sonroje o que sienta algo que lleva muchos años sin sentir. -Contame de la primera vez que te casaste. - ¡Ay cariño!, antes uno no se casaba por amor, lo hacía porque la edad era adecuada, y si tus padres aprobaban a alguien de bien, te resolvían la existencia. Te dedicabas a las tareas del hogar y a criar los hijos y como por arte de magia, ¡ puff tenías una vida hecha y derecha! Kurt Oser fue el marido que mi padre escogió para mí. Un distinguido caballero de origen germánico, casi cuatro décadas mayor que yo, dinero en el bolsillo y sin dramas al hombro. Yo no