Tarde de tertulia
Enciende su cigarrillo con calma, agita un par de veces s u mano y apaga la llama del cerillo. Inhala profundo y exhala vida. El humo zigzaguea la habitación, seduciendo, como en esas escenas a blanco y negro de l Hollywood de los años cincuentas. Podía tener ochenta y siete años, pero María Amalia sigue siendo diva. Lo suyo es la vanidad intelectual y ese aire a f emme f atale que cautiva a través de su fuego interno, su capacidad de liderazgo y esa figura autoritaria, que aún con el tiempo no desvanece. - ¿ Otro, ma? -pregunto afligida . -Si no morí cuando devoraba tres cajetillas al día, menos ahora . ¿ Acaso e stás escribiendo mi réquiem ahí con tanta palabrita en tu cuaderno ? – dice en tono molesto . -No, te observo y tomo notas. Siento que si no escribo m uere este momento y quiero plasmarte en cada una de mis letras para llevarte conmigo para siempre. - Pero ¿qué decís, muchacha? Si todos somos de la muerte. En algún momento se nos s